lunes, 3 de marzo de 2014

A marzo




Me intriga cuando alguien me dice “aprendí a quererte”
porque fantaseo que hay cursos en los que alguien enseña a quererme.
Quizás un profesor con un gran pizarrón
que explica con flechas cuál es el tratamiento
para relajar la contracción espasmódica del inconsciente
cuando quiero que el otro se aleje
y que enumera principios para tratar de sacarme
de ser adicta
a lo peor de cada luna
a los rayos ultravioletas del sol
a los satélites caídos de cada planeta.
O alguien que relata
los accidentes geográficos
por los cuales me olvidé el protocolo ,la solemnidad,
las etiquetas y las certezas en la placenta
Tal vez un tipo bien peinado con gomina
que detalle un contexto histórico
que justifique que me molesta de los otros
absolutamente todo lo yo que soy
O un carpintero que cuente
que desde el Renacentismo tengo el corazón barnizado,
y que eso no lo hace más brilloso ni resistente
sino que por el contrario retiene humedad y se llena de manchitas negras.
Puede que haya un doctor con matrícula y todo
que prescriba una medicina
para aliviar
que estornudo muchas veces por día
porque me tengo alergia
O algún pastor
que diga que es un don
ser la peor en casi todo

Por eso, los que dicen “aprendí a quererte”
avísenme.
No es para presumir,
pero me sería bastante útil aprenderlo a mí también.

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